Niño riendo mientras juega con un coche de madera

¿Por qué jugar es tan importante?

Las actividades lúdicas y recreativas adquieren un papel muy importante en el desarrollo físico y emotivo del niño.  

A través del juego, el niño empieza a entender el funcionamiento de los objetos y del mundo que los rodea.

La experiencia del juego enseña al niño a tener confianza en sus habilidades y, gracias a ello, empieza a tomar conciencia de su mundo interior y exterior.

Las actividades de juego crecen y cambian con el desarrollo intelectual y psicológico del niño. Y es que el juego consigue mantener la mente libre de cualquier pensamiento, es capaz de aliviar las emociones y controlar los instintos.

Esto hace que algunos juguetes sean aptos a personas de todas las edades.

El juego se vuelve significativo para el desarrollo intelectual del niño, ya que cuando juega, logra adquirir nuevas formas de interactuar con el mundo exterior. En el juego el niño desarrolla sus potencialidades intelectuales, afectivas y relacionales. Se convierte en una herramienta, ya que ayuda a aumentar la creatividad y a experimentar habilidades cognitivas: entre ellas, la capacidad de relacionarse con los compañeros y la formación de su personalidad.

 

Las varias formas de jugar dependerán del niño y del nivel de su desarrollo emocional, ya que tienden a cambiar con el crecimiento. Existen varias etapas en las que podemos determinar diferentes maneras en las que el niño se relaciona con el juego.

 

Las etapas son:

 0 - 1 año: El bebé empieza a coger confianza con el juego. En esta fase son importantes las actividades motoras, para que el pequeño empiece a tomar confianza con su cuerpo.

 2 años: En esta etapa del desarrollo el bebé comienza a tomar conciencia de la separación con la madre, y por lo tanto debe lidiar con la ansiedad y el abandono. Esta transición es la que adquiere más importancia. El niño aprende a jugar solo.

 3 años: En esta fase del crecimiento, la socialización comienza a tener lugar. El niño muestra interés en jugar con otros. Comienza a desarrollar capacidades imaginativas y tiende a imitar el comportamiento de los demás.

 4 - 5 años: A esta edad, el juego se convierte en una expresión del las sensaciones y emociones internas. Las actividades lúdicas sirven para representar castigos o prohibiciones que el niño ha sufrido.

 6 - 10 años: Los juegos se vuelven más “complicados”: se aprenden a seguir las reglas y se hacen más comunes las actividades en grupos. Esto hace que el niño aprenda a estar con los demás, y a respetar las normas.

 Estas etapas ponen en evidencia otro tema importante: la diferencia entre los juegos en solitario o de grupo. Para un bebé es complicado aprender a relacionarse con otros niños, mientras que con los años parece volverse una praxis muy normal.